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3 cortes, un camino - Chile


Hace unas semanas fui a cortarme el pelo. Como buena obsesiva, había realizado ya mi investigación previa, intensa, de múltiples imágenes con caras redondas parecidas a la mía y con las ventajas y desventajas de un corte simple pero desmechado (chascón) en cuerpos grandes. Me encanta el pelo muy corto en las mujeres, el pixie, pero nunca me he atrevido a hacérmelo, a pesar de que me penaba hace bastante tiempo. Igual estaba en un momento rebelde de la vida en que quería innovar, pero creí que el momento era para sentirse linda y no para ser disrruptora, lo que igual es una chaqueta que hay que saber vestir.


Hay foros y páginas por mil explicando que lo mejor para las gordas es el pelo desflecado a la altura del hombro. Un pelo que afine la cara y resalte los pómulos que tenemos escondidos bajo las mejillas redondeadas. Yo solo quería cortarme el pelo. Y le hice caso a la norma. Primer error.


Fui a un peluquero exclusivo en el centro de Santiago, la atención no era económica y supuse que eso me aseguraría calidad, a pesar de no conocer al profesional. CRASO SEGUNDO ERROR. EL PELUQUERO ERA UN BUEN PROFESIONAL PERO DE 1992.


Durante todo el proceso confié en que el resultado final armaría lo que yo quería y que previamente había explicado y mostrado en fotografías. PERO NO. Al terminar el corte, me veía como la Sra. Doris, la vecina que nos atormentaba en el barrio cuando era chica. Esa que no te devuelve la pelota o el frisbee. Tenía un brushing horrible, el pelo voluminizado a machetazos y cortes inexplicables, Y UN FLEQUILLO ABOMBADO QUE ACABABA DE SALIR DEL DELOREAN CUYO CALENDARIO MARCABA 1985.


Legalmente rubia 2 nos enseñó a todas que hay que involucrarse en el proceso. Pero mi estupefacción fue mayor y en shock, me levanté, aguanté las lágrimas y pagué. (Sí, pagué, porque no supe cómo enfrentarme a este problema tan de infancia. Ahora entiendo que es un servicio como cualquiera y la demanda y blá, pero creo que tiene que ver también con el derecho a sentirme bonita/fea para el ojo social, a pesar de mi cuerpo. BRUTAL). Al llegar a la casa, le pedí como una loca las tijeras a mi novio y él, el único sensato en ese momento, no me las entregó y me instó a sacar hora a la peluquería de siempre.


Evitando los espejos cual vampira, pedí una hora de urgencia - la primera de la mañana- y me dormí sin pensar (MENTIRA, LA ANGUSTIA NO ME DABA MÁS, DORMÍ PÉSIMO Y TENÍA PÁNICO DE IR A TRABAJAR). Algunas podrán pensar que era una exageración. Que no podía ir tan feo el corte o que hay cosas más importantes. Probablemente tienen razón, pero para mí fueron días dignos del apocalipsis zombie.


Al día siguiente, sabía lo que tenía que decir. Estaba más extrema y desenfadada. "Quiero un corte pixie pero con la parte de adelante un poco más larga y desflecada".


Me senté y le comenté al peluquero mi triste historia del día anterior. BRUTAL TERCER ERROR. A pesar de que me encontró razón y evidenció los machetazos en mi nuca, esto hizo que el peluquero muriera de miedo frente a mi petición y cortara sí, pero no tanto como para hacer algo con onda, me dejó el eslabón perdido de los pelos pixie, una cosa en transición que no generaba el efecto de tranquilidad espiritual estomacal que buscaba con el corte. Le dije “¿no sería mejor cortar un poco más?”. Y me dijo, "no, me encanta como se te ve, tiene mucho estilo". Y yo me quedé callada. CUARTO ERROR.


PÉSIMO QUEDARSE CALLADA… si lo quería más corto ¿PORQUÉ NO LO PEDÍ? Obviamente, porque a pesar de cualquier consciencia y auto aceptación que una ejercite durante el tiempo, el juicio al cuerpo, al pelo, a mi cara, es atravesado por el miedo al derecho a la “belleza” que no estimo poseer por ser gorda. No puedo ser linda porque soy gorda, no puedo tener estilo porque soy gorda. QUÉ ERROR TAN BRUTAL.


Entendí eso cuando llegué a mi casa. Cuando noté que sabía que lo que no me gustaba del corte era su insipidez. Y no soy insípida ni merezco serlo. Aunque el mundo opine lo contrario.


Saqué una tercera hora para otra peluquería porque siempre se puede ser más TOC. Ahí llegué, saqué mi entereza (de donde está secuestrada por la norma) y dije: "Hola, no me importa cómo se vea con mi cara, pero quiero un pixie corto. Este de la foto. Sé que puede no verse bien con mi gordura pero quiero ese pelo." (Porque siempre se puede ser más paranoica).



“Okey, es un lindo corte.” contestó la peluquera. “Yo lo usé por mucho tiempo así de corto.”


Caminando de vuelta a la casa no me podía sentir más trasgresora y bonita. Eso es lo que aprendí. Nada equipara mi sensación interna. Aunque me viera realmente horrible. Todo es susceptible de articular a mi favor. Todos merecemos el corte de pelo que queremos, no el que tenemos que usar. Y tú, ¿cómo quiebras la norma esta semana?


¡Hasta la próxima!


Paz Moreno

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