Actriz: Melissa McCarthy
La gordita divertida. La gordita triste. La vieja gorda. La amiga gorda. Todas ellas tienen en común que son personajes recurrentes en películas hollywoodenses. El mensaje es claro y directo. Podemos ser, en la medida en que estemos calladitas, en que apoyemos los vaivenes y dramas de la delgada protagonista, en que seamos sumisas frente al desarrollo de la historia principal. Lo triste es que la historia principal escasamente se trata de nosotras. Estamos relegadas a ser un apoyo –nuestro cuerpo nos obliga a volvernos un sillón emocional– para otros, pero que no se nos ocurra pensar que las grandes historias pueden involucrarnos a nosotras. O peor, nuestra historia comenzará en cuanto adelgacemos.
Novela: Mi Gorda Bella (Venezuela)
Más allá, el mensaje es incluso más profundo, porque no solo las historias no nos pasan a nosotras, sino que debemos ser pacientes y pasivas. No podemos tener capacidad de cambiar nuestro mundo. ¡Pues cómo, si ni siquiera, a ojos del mundo gordofóbico, somos capaces de cambiar nuestro cuerpo! El problema siempre es nuestro. No es nunca de un sistema, de una forma de ver las cosas. Nosotras debemos luchar contra nosotras mismas nos dicen las películas de Hollywood, al mismo tiempo que debemos ceder ante las presiones del mundo entero.
Hay por lo tanto una estructura que nos indica desde las historias más inocentes lo que debemos y no debemos hacer con nuestras vidas.
Aún peor en Hollywood, el caso de la gorda que en realidad no es gorda. La gorda que detrás de los pliegues, tras la grasa, tras ese cuerpo grande, esconde la Mujer de Verdad que está ahí. Como el velo en un harén, la gordura es un obstáculo que el hombre (¡porque por supuesto las gorditas somos todas hétero y todas esperamos que los hombres se acerquen a nosotras!) debe rasgar, evitar u obviar para acceder a aquella mujer que somos realmente.
La fantasía más perversa es la que nos cuentan esas películas que nos dicen que está bien ser gordita. Pero que cuando se trata de la belleza real, cuando los hombres son capaces de vernos por lo que realmente somos, lo que ven es una versión delgada, socialmente apropiada, de nosotras. O sea, nosotros no somos reales, no somos verdaderamente lo que somos hasta que “volvemos” a ser delgadas, como un ideal originario del cual nos fuimos desviando. La fantasía es perversa porque a un nivel nos dicen que está bien ser quienes somos, pero a otro nivel nos castigan diciéndonos que quienes realmente debemos ser es aquella yo delgada.
El cuento es el mismo. Sé esto y no esto otro. Es una orden velada por la risa, por los diálogos y los chistes, por las tramas de las películas. ¿Pero somos solo eso? ¿Es que no podemos ser brutales, violentas, activas, agresivas, devoradoras, descaradas, desvergonzadas? ¡Rasguemos el velo que nos imponen, aprendamos a ser como queramos ser! No significa que debamos ser una o la otra cosa. La vida es continuo cambio, y cada día tenemos el chance de ser coquetas y agresivas o tiernas y románticas. Nuestra bandera debe ser la libertad de escoger frente a la imposición de aceptar lo que debemos ser o no ser. Esa es la pregunta profunda y poderosa ¿qué quiero ser? Y SERLO NADA MÁS, ASÍ DE SIMPLE, ASÍ DE COMPLEJO, SER HOY, LO QUE SEA QUE NOS DEN LAS REVERENDAS GANAS DE SER.
¡Hasta la próxima!
Lic. Paz Moreno