Embarazo:
Cada mujer, en mi pensar, tiene o debería tener el derecho absoluto sobre su cuerpo y sus decisiones. Cada una de nosotras debería respetar y apoyar esas decisiones. Muy seguramente, esas decisiones pueden no parecerte las correctas, pero es nuestro compromiso apoyarnos en este mundo capitalizado por el hombre. No necesariamente me tiene que gustar en lo que crees, pero es mí deber luchar por tus derechos que a la larga son mis derechos y los de las futuras generaciones. Fui criada en una familia católica y así sigo creyendo. Mas sin embargo, las pruebas que me ha dado la vida me han llevado a tomar diversas decisiones en cuanto a mi cuerpo. Defender ante todo y respetar cada una de las valientes mujeres que se cruzarán por el camino es una de mis prioridades. Después de dos abortos planificados decidí que era tiempo de tomar decisiones responsables y basadas en mis creencias. Aquellas creencias e ideales que tanto defendía pero a los que le había fallado. Había decidido que si me volvía a ocurrir tendría a esa criatura.
Cuando me enteré que sería mamá no estaba muy segura de la próxima decisión. No me sentía cómoda con la manera en la que había llegado esa criatura a mi vientre. No fue deseado. No fue planificado. Fue una total irresponsabilidad. Entonces, tenía varias opciones en mis manos. Primero, podía abortarlo. Segundo, podía tenerlo y darlo en adopción. Tercero, tenerlo junto a mi pareja y crecer como una típica familia feliz. O cuarto, tenerlo y ser una mamá soltera. Adivinen qué decidí.
Hormonas:
Aunque al principio no fue una decisión fácil de aceptar ser mamá soltera parecía la opción más lista y menos dolorosa. No hay manera de explicar lo mucho que sufrí. Fueron los nueve meses de mi vida más extraños y agridulces. Desde niña te enseñan a creer en esa familia perfecta e ideal. Aun así, cuando te encuentras con la realidad te sorprende y te duele. Tengo la bendición de contar con una familia y amigos increíbles. Mas sin embargo, me sentía sola. Científicamente hablando, el embarazo cambia a la mujer. Las hormonas comienzan a trabajar porque nuestros cuerpos están albergando a un ser humano. Ese detalle, muchos a nuestro alrededor, no lo comprenden. Una mujer embarazada sufre cambios físicos, sicológicos y emocionales. Recibe mucha información. Se vuelve, nos volvemos vulnerables.
Depresión:
Cuando llega el momento de parir, sea natural o a través de cesárea, el cuerpo siente liberación y alivio. También, recibe un shock. Dejas de ser albergue, para convertirte en cuidadora y protectora de una criatura totalmente indefensa. Ahí es cuando las expectativas cambian y llegan las noches sin poder dormir, los días de no darte un merecido baño, de olvidar comer, de llorar en silencio; llega el puerperio. Son los 40 días después de parir. Para algunos este proceso se extiende hasta los seis meses del bebé y para otros sigue hasta los primeros 12 meses. Es el tiempo de realizar que eres madre y que dependen de ti tantas cosas. Es el tiempo de que la familia y amigos nunca te dejen sola. Es momento de acariciarte, darte agua, comida, ayudarte con las tareas de hogar. Servirte una copa de vino o una piña colada. Es tiempo de mimarte. Porque si nada de esto ocurre llega la tan temida pero poco mencionada: depresión post parto.
Esperanza:
Seguramente te sientes acompañada, pero sola. Hoy te digo: no lo estás. Somos muchas mujeres que hemos pasado por una depresión y muchas otras que aún nos duele. También están aquellas que nunca conocieron que estaban en esa depresión. Por todas ellas, hoy grito: ESPERANZA. Permite que te ayuden, pide ayuda o exige esa ayuda. Por ti, siempre primero por ti, y por tus hijos e hijas. Son ellos y ellas el motivo para seguir adelante. Siéntete orgullosa de sea cual sea tu decisión. NO ESTÁS SOLA.
Soy una mujer madre, trabajadora, curvy y feminista.
Hasta la próxima,
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