Además de gozar de intimidad física, es muy importante que los esposos tengan y sobre todo mantengan la intimidad emocional.
Este tipo de intimidad es reservada para muy pocas personas en nuestra vida porque supone hacernos vulnerables, mostrarnos al otro tal y como somos en realidad. A mayor intimidad emocional, menos secretos se guardan. A decir verdad, en el matrimonio no debería haber secretos.
Ciertamente a mayor intimidad emocional, mayor es el conocimiento del otro. Conocer los defectos del ser amado y aceptarlos es la prueba de un amor incondicional que tiene todas las posibilidades de perdurar. Una mujer cuyo marido le guarda secretos y no le comunica sus sentimientos no logra conectar con él sexualmente, por lo menos como él desearía, porque para ella la intimidad incluye el plano emocional.
La intimidad está basada en la confianza y la vulnerabilidad. Ser vulnerable supone estar dispuesto a ponerse en la difícil situación de abrir el corazón ante el otro, de compartir los pensamientos y sentimientos más profundos, inclusive los traumas, los miedos, las fallas personales, las limitaciones, los errores y caídas del pasado, confiando en que el ser amado no nos acuchillará el corazón abierto, no se burlará de nosotros ni nos criticará destructivamente, ni correrá a contarle nuestras confidencias a otros. El pacto del matrimonio incluye el pacto de la confidencialidad.
Para que una pareja tenga un nivel de intimidad de excelencia, debe ser como un barco de 3 velas. Las 3 velas son necesarias para que el barco se mantenga a flote. Una es la vela de la pasión, la intimidad física. La segunda es la vela de la amistad basada en fidelidad y comprensión mutua y la última es la vela del compromiso, de la unidad, del amor incondicional.
Y el timonel del barco debería ser Dios porque Él es el único que, cuando las mayores tormentas azotan a la pareja, puede evitar el naufragio.
¡Hasta la proxima!
Besos Rellenos,
LanyG.
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